domingo, 27 de junio de 2010

LA MALDICION DE LOS HIJOS MUERTOS

"El cielo le ha castigado haciendo que sus hijos nacieran muertos". La madición se había cumplido inexorablemente. 4 días después de que la reina Victoria Eugenia de Battenberg alumbrase a su hijo muerto, Elisabeth Newton una desconocida ciudadada británica, escribía una devastadora carta dirigida al rey Alfonso XIII.

Fechada el 25 de mayo de 1910. La misiva era un injusto reproche al monarca pr haberse ausentado de palacio para asistir en Londres al funeral de Eduardo VIII, dejando sola y desamparada a su esposa en avanzado estado de gestación.
"Su lugar esta vez- advertía Newton- estaba al lado de su esposa. Usted ha jurado fidelidad a ella y a nadie más. El cielo le ha castigado con un hijo muerto".

La carta se conserva aún hoy, señal inequívoca de que Alfonso XIII era supersticioso.

Su padre, Alfonso XII lo había sido durante toda su vida. Mientras agonizaba en el Palacio del Pardo, tuvo el consuelo de enterarse por su esposa que tendría un hijo. Pidió a la reina María Cristina que si era varón no le llamase Alfonso como él, sino Fernando. Si le ponía el nombre de Alfonso reinaría como Alfonso XIII. Y Alfonso XII se llevó a la tumba el temor que sentía hacia ese número, el 13.

Seis meses después de su muerte vino al mundo su único hijo varón a quien, contra el deseo de su padre, le fue immpuesto el nombre de Alfonso XIII, por voluntad de los ministros del gobierno.

"Todos los malos presentimientos de mi abuelo- confesaría Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII, horas antes de su trágica muerte- se han cumplido en mi padre, en mi, en mis hermanos y toda nuestra familia". El príncipe de Asturias murió desangrado a causa de la hemofilia en una clínica de Miami tras un leve accidente de automóvil.

Al año siguiente de nacer él y saberse que era hemofílico, la reina dio a luz al segundo de sus hijos, el infante Don Jaime, que era sordomudo. La tragedia así volvía a encebarese con esta rama de los Borbones, quien por si fuera poco, sufrió otra terrible sacudida, cuando en la madrugada del 21 de mayo de 1910, Victoria ugenia dio a luz a un infante muerto.

Tan sólo 3 meses después del alumbramiento de su hija Beatriz el 22 de junio de 1909 Victoria Eugenia había vuelto a quedarse de nuevo embarazada. La reina había aceotado resignada, su papel de madre prolífica, y el hecho de que su marido se acostase con ella movido no tanto por el amor como por el deseo de engendrar hijos sanos.

Pero esta vez, a principios de año, la reina sospechaba que su embarazo ya no iba bien. Sabía que la vida que llevaba dentro se iba apagando lentamente. Es posible que algún médico se hubiera atrevido a hacer una cesárea con urgencia, pero este método se descartó por dos razones: la operación implicaba un gran riesgo para la madre, ya que ha que tener en cuenta el discreto desarrollo de la obstreticia a principios del siglo XX, y sobre todo, podría dificultar o incapacitar a la reina para seguir siendo fértil.

En cualquier caso, la decisión fue bastante cruel porque prolongó el sufrimiento de la joven reina madre, quien supo un día que el nio que llevaba dentro estaba muerto. Sin embargo no tuvo más remedio que el parto que se celebrase fuese de forma natural. La mujer se deshizo en llantos al coger a su bebé sin vida de ocho meses. Pensaba en llamarle Fernando, el nombre que Alfonso XII pensaba para su hijo.

El trágico acontecimiento se le comunicó al padre por telegrama, que se hallaba en Londres con motivo de las exequias al rey Eduardo VII de Inglaterra. Por esta razón el infante no recibió el agua de socorro ni fue bautizado. Su cadáver permaneció en palacio hata el regreso de Alfonso, para luego ser trasladado, sin rendimiento de honores, al Escorial.

El parte médico se publicó en la Gaceta de Madrid del domingo 22 de mayo de 1910.
De regreso a palacio, Alfonso recibió numerosas cartas de condolencia de todo el mundo, pero la que más le impactó fue ésta, la de Elisabeth Newton, a la que, por razones obvias nunca respondió. Se limitó a guardarla en un cajón de un pequeño secreter donde guardaba unos cuantos libros de economía, el "who´s who" y una guía de la aristocracia europea.

La maldición de lso hijos muertos, que cambió la historia por completo, malogrando la vida y las esperanzas de numerosos infantes de España había comenzado a manifestarse ya con Felipe V, el primero de los Borbones españoles. Su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya y Orleans, dio a luz, el 2 de julio de 1709 a un infante, ue ante el temor que su vida corriese peligro, por su baja estatura, poco peso y falta de energías, fue bautizado con el nombre de Felipe Pedro de Borbón y Saboya.

Los malos presagios se confirmaron y el primogénito sólo sobrevivió 7 días al nacimiento, muriendo el 9 de julio. Presentaba malformacoines congénitas: la autopsia reveló una considerable hipertrofia del corazón y una deformación craneana. Su óbito fue ocultado a la reina hasta el 21 de julio para evitar contratiempos en su recuperación. De todas formas, María Luisa quedó tocada de por vida, padeciendo frecuentemente fiebres altas y tumoraciones cervicales que disimulaba luciendo chales, pañuelos altos y cuellos.

La fiebre se trataba entoncs con quinina e incluso se le cortó el cabello para aplicarle en el cuero cabelludo sangre de pichón que aliviaba sus fuertes jaquecas. Como consecuencia, la reina se quedó calva y tuvo que lucir peluca de por vida.

Su delicado estado de salud a causa de la prematura muerte de su hijo, llevó al consejo del reino y al confesor de Felipe a recomendar al monarca que se abstuviera de mantener relaciones sexuales con su esposa a fin de dejarla embarazada, para evitar males mayores.
Pero pretender que un hombre de la naturaleza de Felipe V siguiese tales consejos, era señal que no se le conocía bien. La reina, volvió a quedarse de nuevo embarazada en 1711, y el 7 de junio de 1712, tuvo otro hijo al que llamó con el mismo nombre que su vástago difunto, Felipe Pedro, y que sólo vivió 7 años, hasta el 29 de diciembre de 1719.
Ya desde el principio, la crianza del recién nacido fue difícil, para su lactancia se necesitaron hasta 8 nodrizas manchegas.

Una de las cosas que se hicieron para terinar con la desgracia delos hijos muertos fue recurrir al báculo de Santo Domingo de Silos, que se llevó a palacio para que protegiera a la reina de sus embarazos. Fue el propio abad de Silos quien presentó esta reliquia en palacio a la reina, cuando ésta se encontraba en avanzado estado de gestación de Felipe Pedro.
Tal ve gracias a la interseción del báculo, la reina pudo criar a sus nuevos hijos: Luís, que reinaría como Luís I, y Fernando, que reinaría como Fernando VI.

Tras la muerte de María Luisa Gabriela de Saboya el 14 de febrero de 1714, a causa de una tuberculosis pulmonar, Felipe V se apresuró a contraer de nuevo matrimonio para satisfacer su apetito sexual, dado que la sucesión ya la tenía garantizada. Fue así como Isabel de Farnesio entró en este maleficio que a lo largo de generaciones ha castigado a los Borbones. El 21 de mayo de 1717, la nueva reina dio a luz a un varón, Francisco, que murió 36 días después de nacer.

Felipe V recurrió entonces a la interseción de una nueva reliquia sagrada en el intento de impetrar del cielo partos felices. La Santa Cinta de la Virgen de Tortosa, llevada a palacio numerosas veces desde 1629, como constaba en la catedral de Tortosa protegió a la reina en sus últimos 5 alumbramientos.
A la triste noticia de la muerte del infante Francisco siguió el nacimiento de la infanta María Victoria en 1718 que contraería matrimonio con sólo 11 años con el futuro rey José I de Portugal.

Tras María Victoria, nació dos años después, el infante Felipe, duque soberano de Parma, casado en 1739 con Luisa Isabel de Francia, y cabeza de la subrama de los Borbones de Parma.

La Virgen de Tortosa pareció velar también con el nacimiento de la infanta María Teresa, que se casaría en 1745 con el delfín Luís de Francia, hijo del fallecido Luís XV.

Pero sin duda la intersción de la cinta debió pesar sobre todo con el infante Luís, nacido en 1727, que llegaría a ser cardenal obispo de Toledo y primado de España, además de arzobispo de Sevilla. Luego el infante tomaría otro rumbo, renunciando a sus dignidades eclesásticas y adquiriendo el condado de Chinchón, para desposarse luego morganáticamente con María Teresa de Villabriga y Rozas.

Finalmente la Santa Cinta protegió a la infanta María Antonia nacida en 1729 y casada 21 años después con el futuro rey Victor Amadeo III de Cerdeña.

A diferencia de sus hermanos pequeños, elprimogénito de Felipe e Isabel de Farnesio, coronado como Carlos III, no pudo librarse de este ensalmo cuando su esposa, María Amalia de Sajonia dio a luz a una niña el 6 de septiembre de 1740 en el Palacio Real de Nápoles. La pequeña, llamada María Isabel, moriría con dos años, el 31 de otcubre de 1742.

Desde hacía un año, María Amalia ansiba el nacimiento de un varón, e hizo una novena para pedirselo. Pero el santo no la escuchó, pues el 20 de enero de 1742, en Nápoles en ausencia de su padre nació una nueva niña, María Josefa Antonia, en recuerdo de su abuela materna. La pequeña sólo vivió 3 meses muriendo el 3 de abril.

No se acabaron los surimientos de la reina, que el 30 de abril de 1743 alumbró de nuevo una niña, de nuevo llamada María Isabel en memoria de la primogénita fallecida que también murió con sólo 6 años, el 17 de marzo de 1749.

María Amalia volvería a engendrar otra niña en 1744. Bautizada como María Josefa Carmela, y conocida en España como la infanta "Pepa" sobrevivió a sus padres, pero tuvo que cargar con la desgracia de ser contrahecha. Goya la retrató tal cual era en La Familia de Carlos IV.

Y aunque vino al mundo una quinta niña de nombre María Luisa, que llegaría a ser nada menos que emperatriz de Alemania, antes de que el 13 de junio de 1747 naciese el único varón en esta fecha de mala suerte bautizado como Felipe Pascual Antonio. Pero el tan anhelado heredero pronto sufrió varios ataques epilépticos jamás llegó a hablar y quedó sumido en un estado de imbecibilidad, tal que fue necesario darle un dictámen médico. El infortunado vivió hasta su muerte con 30 años, bajo la tutela de su hermano Fernando I de las dos Sicilias, sin que nunca llegara a pisar tierra española.

El 12 de noviembre de 1748 nació un segundo varón, Carlos Antonio quien, dada la incapacidad de su hermano, sucedió a su padre con el nombre de Carlos IV.

Pero la renia afrontó su octavo parto el 3 de diciembre de 1749 en que dio a luz a otra niña, María Teresa que sólo vivió 5 meses, hasta el 2 de mayo de 1750.

Luego nació el tercer varón, Fernando, y a continuación el 11 de mayo de 1752 Gabriel Antonio, el hijo más querido por su padre, que se casó con la primogénita de lso reyes de Portugal, la infanta María Ana de Braganza.

De nuevo, la desgracia que siempre abordó a los Borbones hizo mella en esta pareja de enamorados. La infanta María Ana murió en El Escorial el 2 de noviembre de 1788 a causa de un ataque de viruela maligna, que contagió a su recién nacido, Carlos José y a su esposo Gabriel, muriendo el 9 y el 13 de noviembre de ese año respectivamente.

Mientras la reina Maria Amalia seuía trayendo hijos al mundo. En 1754 nació María Ana, que murió con 10 meses el 11 de mayo del año siguiente. Aunque la reina tuvo otros dos hijos, uno del os cuales llamado Francisco Javier, aquejado también de viruela, murió siendo adolescente en Aranjuez en 1771.

Con la descendencia de Carlos IV, la maldición tampoco cesó. La prima, María Luisa de Borbón y Borbón, fue su esposa. Su primer hijo, Carlos Clemente Antonio, nació el 19 de septiembre de 1771 pero murió antes de cumplir los 3 años en 1774.

Al año siguiente dio a luz a una niña sana Carlota Joaquina, que se casaría con Juan VI de Portugal. Pero seguidamente abortó dos veces antes de alumbrar a la infanta María Luisa Carlota el 11 de septiembre de 1777, que murió a los 6 años.

Un tercer aborto en 1778 ensombreció la felicidad de los reyes, hasta que en enero de 1779 nació e el Pardo una niña bautiada con el nombre de María Amalia, en memoria de su abuela paterna. Pero el infortuniose adueño de esta infanta, casada a los 16 años con su tío carnal, el infante don Antonoi Pascual, hermano de su padre y 24 años mayor que ella. La infanta murió con 19 años el 22 de julio de 1798, a consecuencia de un parto en el que perdió también la vida de un infarto.

Las desgracias se desencadenaban una tras otra. El 5 de maro de 1780, María Luisa dio a luz a su hijo, el infante Carlos Domingo Eusebio, que murió antes de cumplir los tres años el 11 de junio de 1783.

Meses después María Luisa sufría su 4º aborto. Pero el 6 de julio trajo a otra niña al mundo en 1782, María Luisa Vicenta, futurs reina de Etruria casada con su primo hermano el duque de Parma Luís I, un joven epiléptico que murió de tuberculosis.

El 5 de septiembre de 1783, María Luisa alumbraría a los primeros gemelos de la historia de la familia real española, bautizados como Carlos Francisco de Paula y Felipe Francisco de Paula. Ambos murieron ese mismo año: Carlos el 18 de octubre y su hermano el 11 de noviembre.

Un año después nació el príncipe de Asturias Fernando, coronado como Fernando VII y el 29 de marzo de 1788 lo hizo Carlos María Isidro, que a la muerte de su hermano le disputaría el trono a su sobrina Isabel II, desencadenando las cruentas guerras carlistas.

Asombraba la buena fecundidad de la reina, que a sus 37 años había padecido 4 abortos y alumbrado 10 hijos. Pero tendría tiempo de tener 6 abortos más y dar a luz en 3 ocasiones: la primera el 16 de febrero de 1791, con la infanta María Teresa, que murió a los 3 años en el Escorial por viruela; otra más en marzo de 1792, con el alumbramiento del infante Felipe María Francisco, fallecido prematuramente en 1794 y la última, cuando la reina contaba con 46 años, saldada con el nacimiento de otro infante, Francisco de Paula Antonio, nacido el 10 de marzo de 1794.

Pero el destino, tras 14 partos y 10 abortos, quiso que sólo quedaen con vida par 1794 7

El infante Francisco de Paula, siguió l tétrica tradición de sus padres, perdió 3 de sus hijos prematuramente: Francisco de Asís y Borbón Borbón, Eduardo y Fernando.

Su hermano, el rey Fernando VII, heredó también la maldición de los hijos muertos. Su primera esposa, María Antonia de Borbón y Lorena, era prima hermana sua por ser hija del rey Fernando, hermano de Carlos IV y de María Carolina de Austria. La desdichada María Antonia murío con sólo 22 años, dejando tras de sí dos malogrados embarazos. Su suegra, la reina María Luisa, relató a Godoy con demasiada expresividad y mal gusto el primero de esos dos abortos, registrados el 22 de noviembre de 1804:
"Esta tarde he presenciado el mal parto de mi nuera con algunos dolores y poca sangre, pues toda ella no euivale a la mía mensual: la bolsita muy chica el feto más chico ue un grano de anís y el cordón es como una hilacha de limón. Con decirte ue el re ha tenido ue ponerse anteojos para poder verlo ..."


El siguiente aborto acaecido el 5 de agosto de 1805 fue similar. Probablemente esta frustrante historial ginecológico influyera en el desarrollo de la tuberculosis que llevó a la reina a la tumba.

Fernando VII, dotado de un voraz apetito sexual heredado de sus antepasados, se dispuso de nuevo a contraer un matrimonio cosanguíneo, como mandaba la tradición borbónica, y se desposó con su sobrina carnal, Isabel de Braganza hija de su hermana Carlota Joaquina del re Juan VI de Portugal.

El 21 de agosto de 1817, la nueva reina alumbró a una niña, de nombre María Isabel Luisa, que murió a los 4 meses medio, el 9 de enero de 1818. Preocupado por su descendencia, Fernando VII volvió a colocarse un almohadón en su miembro, dado el descomunal tamaño de su pene, ya ue sufría macrogenitosomía para poder practicar el coito con su esposa, a la ue de nuevo dejó embarazada. Pero de nuevo, la mala estrella alumbró a los Borbones: el 26 de diciembre de 1818 hubo ue practicar una cesárea a la reina para sacarle una hija muerta, con tan mala fortuna ue la madre también murió, con tan sólo 21 años.

Desesperado por la falta de descendencia, Fernando VII volvió a contraer matrimonio cosanguíneo, esta vez ocn su prima y sobrina segunda la princesa María Josefa Amalia de Sajonia, de sólo 15 años de edad. Pero la bestialidad con la ue trató en su noche de bodas a la joven quinceañera, despetó en ella la frigidez por siempre, y como consecuencia, la infecundidad durante los 10 años ue duró el matrimonio, hasta la muerte de la reina con tan sólo 25 años.
Auella horrible velada, donde la reina, presa del pánico y la repugnancia llegó a orinarse en la cama, e incluso a hacerse sus necesidades mayores, malogró las ansias del soberano por el heredero.

Sólo su cuarta esposa María Cristina de Borbón y Borbón, que era su sobrina por ser hija de su hermana María Isabel, casada con el rey de Nápoles Francisco I de las Dos Sicilias, le dio el fruto que tanto ansiaba. Tras consumar salvajemente el matrimonio con una violación, la reina quedó embarazada y dio a luz a la princesa de Asturias Isabel II, a la que siguió dos años después, su hermana Luisa Fernanda.


Casada con su primo hermano Francisco de Asís y Borbón a quien más de uno llamaba despectivamente "Paquita" por ser afeminado, Isabel II hará de tripas corazón para continuar con su matrimonio arreglado por razones de Estado.
No obstante, la reina contaría años después al embajador de Alfonso XIII en París, Fernando León y Castillo, que la ropa interior de su marido tenía más encajes y puntillas que la de ella.

El propio Gregorio Marañón decía de él que, a causa de su deformación genital, tenía que orinar en cuclillas como una mujer.

Sea como fuere, lo cierto es que Isabel dio a luz a un varón el 12 de julio de 1850, que vivió una hora a causa de la asfixia provocada por el parto.
Minutos después se hizo desfilar a la criatura fallecida en una bandeja de oro con cojín de seda, ante el cuerpo diplomático. El médico de cámara, Juan Francisco Sánchez confir´mó la defunción a los allegados:
"Habiendo anunciado el parto con mucha lentitud, el feto se presentó en posición viciosa que ha sido la causa de su muerte, tras recibir agua de socorro y sin que hayan podido socorrerle".

La maldición de este hijo muerto se quiso inmortalizar en una pintura. Existen en el Patrimonio Nacional 3 retratos del malogrado príncipe: uno macabro y otros dos, con la criatura vestida.
El cadáver del recién nacido fue enterrado sin nombre: Priceps Elisabeth II, y en mármol en latín "murió antes de nacer".

En 1851 la reina volvió a dar a luz a una niña, bautiaza con el nombre de María Isabel Francisca de Asís, conocida como "La Chata" por su pequeña nariz, impropia de su casta. Se rumoreó entonces que su verdadero padre fuera el preferido de la reina, el comandante y gentilhombre José Rui de Arana por lo que a la recién nacida se le llamaba "La Araneja".

Pero poco le duró la alegría a Isabel II, porque su tercer parto el 5 de enero de 1854 nació una infanta que duró sólo 3 días llamada María Cristina. Su cuerpo se expuso en la Real Capilla el día 9, siendo enterrado en el Escorial el d´çia 12 co otros muchos infantes.
Se conserva un retrato fúnebre de esta infanta a la que se pintó yaciente, con un fondo ajardinado mientras que un ángel la subía al cielo.

Al triste acontecimiento siguió un aborto, y dos años después, el alumbramiento de otro niño muerto, a uien no dio tiempo de dar nombre.
El 21 de junio de 1856 Isabel sintió la terrible punzada del destino al dar a luz a otro varón muerto, llamado Francisco de Asís y Leopoldo.

Por fin, el 28 de noviembre de 1857 la reina tuvo al varón que garantizaría la sucesión: Alfonso XII, cuya paternidad se ha atribuido a al apuesto capitán de Ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans.

El segundo parto, casi dos años después, fue otro duro golpe para la reina, madre de una infanta bautizada como María Concepción Francisca de Asís, que murió con dos años de edad el 21 de octubre de 1861.

Prolífica como su abuela María Luisa de Parma, al reina Isabel alumbró a su octavo hijo el 4 d ejunio de 1861, una infanta llamada María del Pilar Berenguela, que murió con sólo 17 años.

Al año siguiente nacería la infanta Paz, futura esposa del rey Luis Fernando de Baviera, y el 12 de febrero de 1864 la infanta Eulalia, casada con el infante Antonio María de Orleans, hijo de los duues de Montpensier.

Finalmente, el hado tenía rteservado para Isabel otra tragedia: la muerte de Francisco Leopoldo antes de ucmplir un mes de vida. Su balance: de la docena de partos, sólo sobrevivieron 5

A su hermana, la infanta Luisa Fernanda, también le acompañó la desgracia. Su hijo Fernando de Orleans y Borbón nacido el 29 de mayo de 1859 murió antes de cumplir los 14 años por sarampión, mientras estudiaba en un internado francés. El hermano de éste, Felipe de Orleans, tampoco nació con el sign de la suerte, muriendo sin haber cumplido dos años, y un tercer hermano, Luis, con 7 años.

Tras la Revolución de 1868, que mandó a Isabel II al exilio a París, el breve paréntesis de la República, y el consiguiente reinado de Amadeo I de Saboya, se produjo la resturación en la persona de Alfonso XII, quien como su madre, se enfrentó a la peor tragedia: la muerte. Su primera esposa, María de las Mercedes de Orleans y Borbón, falleció a ls 18 años de edad de fiebres tifóideas, dejando tras de sí la mala estela de un aborto.

Se buscó entonces para Alfonso otra mujer que pudiera darle un sucesor, eligiéndose a María Cristina de Habsburgo- Lorena, hija del archiduque Carlos Fernando y su prima la archiduquesa Isabel de Austria- Este. Como era habitual entre los Borbones, sobre todo a raíz de los 4 matrimonios celebrados por su abuelo Fernando VII, Alfonso XII tuvo ue solicitar la dispensa eclesiástica para poder desposarse con su nueva mujer, dado que entre ellos existía el cuarto grado de consaguineidad.

Sobr la descendencia de la reina María Cristina se cerniría la desgracia también. La hija mayor y hermana de Alfonso XIII, Mercedes, murió en plena juventud, con 18 años, al dar a luz a su hija Isabel Alfonsa debido a una peritonitis en el parto.

Por si fuera poco, uno de los hijos de la princesa Mercedes, de nmbre Fernando de Borbón y Borbón, nacido un año antes de la muerte de su madre, el 6 de junio de 1903 falleció a los dos años de edad.

Tampoco se libró de un trágico final la otra hermana de Alfonso XIII, María Teresa, casada co su tí Fernando de Baviera. La desgraciada que contaba ya con 3 hijos murió de forma súbita antes de cumplir los 30 años, al sufrir una embolia una semana después de alumbrar a su hija Pilar.

El doctor P Jacoby selaba a a finales de siglo XIX las terribles consecuencias de las uniones cosanguíneas:
"Las familias en vías de degeneracón, desaparecen en parte a consecuencia de excssos y vicios, como alcoholismo, excesos sexuales. En parte por el suicidio, el crimen, pero sobre todo por falta de vitalidad, falta que se manifiesta en la esterilidad, por una gran mortalidad de los hijos en la infancia y por casos frecuentes de muerte pratura en general, de manera que de todos los numerosos hijos, sólo quedan con vida dos o tres muriendo los otros en infancia y adolescencia".

En honor a la verdad, decir que hay muchos infantes muertos debido además del poco avance de la medicina en esos años. Felipe II conservó así a su único hijo varón, mientras que Felipe IV quedó sin descendencia masculina, viéndose obligado a contraer nuevas nupcias para tener un hijo ue la venganza también le malogró.

La infección puerperal, siniestra sombra de la maternidad, influyó más en la historia ue las mismas guerras.
De esto murió la emperatriz Isabel, al igual que María de Portugal o Isabel de Valois.

La viruela, enfermedad vencida con el paso de los años, acabó con la vida delpríncipe Baltasar Carlos y luego con la de Luís I.

Con semejante historial médico, es normal ue el hijo de Alfonso XII desarrollase en los primeros años cierta neurosis por las enfermedades, acrecentada aún más si cabe con el fallecimiento de su padre por tuberculosis y la inesperada muerte por infarto de su madre, la reina María Cristina, el 8 de febrero de 1929.

18 años antes, el periódico norteamericano World Magazine daba cuenta en su edición de marzo de 1911, de algo que en el círculo íntimo del soberano ya se sabía: la obsesión de Alfonso XIII por una maldición sobre él y su familia, asociada a un doctor Moure, y a un mes especial, mayo, el mes de su nacimiento.

El 14 de mayo de 1905, el monarca escuchó desesperanzado, el comentario del doctor Moure sobre la tuberculosis que padecía: la condición del rey no responde enseguida al tratamiento", algo que se clavó en la mente del monarca. 4 años después, cuando el rey volvió a visitarle en uconsulta de Burdeos, el médico fue más lejos y diagnosticó al rey posibles problemas de trastornos depresivos por todas las preocupaciones que tenía.





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